Jesús resucitó y se quedó para siempre entre nosotros.
Junto a su Madre María.
Y Madre Nuestra.
¡Ha resucitado y vive para siempre!
Que no pase este Tiempo de Pascua
sin haber conectado con Cristo vivo.
Lo
que tengo que decirles lo han oído otras veces.
Olviden un
momento la rutina:
esas reflexiones a veces tan monótonas que apenas
les
rozan la piel.
Olviden un
momento la vida diaria:
las discusiones caseras, los huesos que
duelen,
las
jaquecas,
las rabietas de los niños, los pelmazos que no dejan
vivir.
Hoy quisiera que mis palabras sonaran a nuevas.
Hoy quisiera que mis palabras sonaran a nuevas.
Si creen mi
palabra, si de verdad toman en serio lo que voy a decir...
su vida
será nueva, empezarán a vivir de una forma distinta,
la rutina
diaria tendrá una
profundidad
desconocida,
las celebraciones religiosas les traspasará el alma,
la
alegría que
nadie puede
quitar será su huésped,
la vida será una ruta acompañada por la
esperanza.
Para
que entiendan bien lo que voy a decir,
es necesario que el Señor
esté con ustedes...
que
tengamos levantado el corazón.
Esto es lo que hoy tengo que decir:
Jesús de Nazaret, el hijo
de José y de María,
que a muerto injustamente y a sido sepultado..
¡¡Ha resucitado y vive para siempre!!!
La muerte
ha sido vencida: el muro impenetrable,
la oscuridad existencial, el
mal constante que nos envuelve,
la queja permanente...
no son del todo verdad.
Alguien ha
roto el misterio, a transformado la negra noche
en aurora luminosa y ha iniciado
una nueva creación.
Cristo
resucitado vive con nosotros y
no permite que se nos reseque el alma.
Cristo vivo está con
nosotros y estará con nosotros
hasta que crucemos la frontera de
la
vida sin fin.
Cristo
llama a tu puerta,
¡déjale habitar en tu corazón!