La Divina Misericordia es un género de
la vida cristiana. Es un modo de vivir la vida.
Se expresa mediante actos interiores, actitudes
del alma respecto a la Misericordia del Salvador y de la confianza en
Dios, como exteriores: la veneración de la imagen, la hora de la
misericordia, el rezo de determinadas oraciones (la llamada
Coronilla), la fiesta de la Divina Misericordia y los actos de
misericordia con el prójimo.
La hora de la misericordia es las 3 de la
tarde,
la hora en que murió Jesús.
La Fiesta de la Divina Misericordia es el
domingo siguiente a la Pascua de Resurrección. Juan Pablo II fue quien proclamó la fiesta de la Divina Misericordia, al canonizar a santa Faustina.
La devoción como hoy es conocida fue esparcida
por medio del diario de la monja polaca santa Faustina Kowalska,
conocida como "Apóstol de la Misericordia".
El rezo de la Coronilla es así...
Se me apareció primero un ángel y después me di cuenta de quien
me lo enviaba...
eras tú... Maria...
Madre infinita, reina de
los ángeles, tu voz me sacudió, sentí tu grandeza y
abriste mis
ojos a la ventana del Cielo y la Tierra.
Durante
Pentecostés se celebra la venida del Espíritu Santo.
Por ello
también se le conoce como la celebración del Espíritu Santo. La
liturgia incluye la secuencia medieval “Veni, Sancte Spiritus”.
Pentecostés es el fruto de la obra realizada por Cristo. Fue el mismo Cristo simplemente quien envió al Paráclito, en referencia al Espíritu Santo y lo puso de manifiesto en la siguiente frase: "Un río de agua viva, resplandeciente como el cristal, saliendo del trono de Dios". Ese Espíritu
Santo aparece moviendo a Jesús durante toda su vida. Fue Él quien
cubrió el seno materno de María antes de que Jesús naciera (Lc
1:35).
Más tarde, descendió de forma visible en el momento del
bautismo de Jesús (Mt 3:16), y posteriormente lo condujo al desierto
(Lc 4:1) para devolverlo luego a Galilea.
En la Iglesia, Pentecostés es la confirmación
de la promesa de Jesús: “Dentro de pocos días seréis bautizados
en el Espíritu Santo” (Hch 1:5)
“El Padre se
complace y ordena, el Hijo obra y forma, el Espíritu nutre e
incrementa”.
El Papa Francisco durante la
homilía de la misa de Pentecostés dijo:
El Espíritu Santo nos muestra
el horizonte y nos impulsa a las periferias existenciales para
anunciar la vida de Jesucristo. Preguntémonos si tenemos la
tendencia a cerrarnos en nosotros mismos, en nuestro grupo, o si
dejamos que el Espíritu Santo nos conduzca a la misión. Recordemos
hoy estas tres palabras: novedad, armonía, misión.
Y Juan Pablo II dijo:
Espíritu de consuelo, fuente
inagotable de gozo y de paz,
suscita solidaridad para con los
necesitados,
da a los enfermos el aliento necesario,
infunde
confianza y esperanza en los que sufren,
acrecienta en todos el
compromiso por un mundo mejor.
Espíritu de vida, por el cual
el Verbo se hizo carne
en el seno de la Virgen, mujer del silencio
y de la escucha,
haznos dóciles a las muestras de tu Amor
y
siempre dispuestos a acoger los signos de los tiempos